Por AMYLKAR ACOSTA MEDINA www.amylkaracosta.net- Miembro de Número de la ACCE
Como era de esperarse
el arribo nuevamente al Salón oval de la Casa blanca del Presidente de los EEUU
Donald Trump ha significado un viraje de la política ambiental de la potencia
del Norte, tomando distancia de la Transición energética emprendida por
Obama y secundada por Biden, después del bache que significó la primera
administración Trump con respecto al compromiso adquirido derivado del Acuerdo
de París de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), al
renegar del mismo en 2017.
Investido del poder
arremetió contra el legado de su antecesor con una andanada de órdenes
ejecutivas mediante las cuales anuló 67 de sus medidas y promulgó 25 de su propia
cosecha. Entre estas dispuso el retiro, otra vez, del Acuerdo de París, el
cual se lo notificó a las Naciones Unidas a través de una misiva que lleva su
rúbrica, alegando que EEUU no puede continuar “dilapidando” el dinero de los
contribuyentes estadounidenses girándoselo a otros países que “no lo necesitan
o no lo merecen”. En su discurso de posesión habló de “liberar” al sector
energético y con tal fin declaró la emergencia nacional en materia
energética, con el firme propósito de relanzar y reactivar los proyectos
tanto mineros como hidrocarburíferos en todo el territorio estadounidense, sin excepción.
En el curso de su
campaña electoral, que terminó con su elección a la Presidencia de la República,
Trump fue enfático en plantear en materia de hidrocarburos su consigna de
“perforar, perforar y perforar”. Lo reiteró en su discurso de posesión:
EEUU tendrá “la mayor cantidad de petróleo y gas de cualquier país del
planeta y vamos a utilizarlo”. Con ello busca un mayor y mejor posicionamiento
de los EEUU en el mercado petrolero haciéndole
contrapeso a la OPEP, lo que le permitirá influir mayormente en los precios del
crudo, que busca abaratarlos y con ello reducir costos a su industria y de paso
meter en cintura la temida inflación.
De ello se sigue que se
levantarán todas las medidas expedidas por el ex presidente Biden que limitaba
la exploración y explotación de hidrocarburos en áreas protegidas. Siendo el
mayor productor de crudo del mundo, con 13.2 MMBD y uno de los mayores exportadores, con 3.99 MMBD, al
soltarle las riendas a la industria petrolera se espera una inundación del
mercado petrolero y como consecuencia de ello una caída de la cotización del
precio del barril de petróleo, lo cual tendrá un gran impacto directo en la
economía colombiana, dado que este es, de lejos, el primer renglón de sus exportaciones.
Con la declinación de
las reservas, la baja de la producción y la caída del precio de las
decrecientes exportaciones por parte de Colombia, caerá también el ingreso de
divisas, la Nación recibirá menores dividendos de parte de ECOPETROL, caerá el
recaudo de impuestos de renta proveniente de la industria petrolera y las
entidades territoriales verán diezmados sus ingresos provenientes de las
regalías que pagan las empresas petroleras.
Además, el
marginamiento de los EEUU del Acuerdo de París, es un rudo golpe a la acción
climática tendiente a la descarbonización de la economía global y significará
también un alejamiento de las metas y los compromisos de reducción de las
emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de cara al 2030, para contener
la amenaza del Cambio climático.
Tanto más, en cuanto que los EEUU es el segundo país con mayor responsabilidad
de las emisiones de GEI a nivel global, después de China.
En este contexto, se
torna aún más irrelevante la posición del gobierno de Colombia, que decidió
descartar la firma de nuevos contratos de exploración y producción de
hidrocarburos y fue más lejos al firmar el Presidente Gustavo Petro, en el
marco de la COP 28, el Tratado de no proliferación de los combustibles
fósiles, comprometiéndose a no seguir explorando y explotando el
petróleo. Todo ello, supuestamente, como una contribución a la lucha contra
el Cambio climático, que tiene en Trump uno de sus más reconocidos
negacionistas, pues para él no es más que un “fraude”, un cuento chino que se
inventaron para que la economía china le saque ventaja a la de EEUU.
Colombia terminará
quedándose con el pecado y sin la gracia, pues la caída de su producción y de
sus exportaciones de petróleo, igual que ha venido ocurriendo con el carbón que
Colombia ha dejado de exportar, serán compensadas con creces por la mayor
producción (17.6 veces la de Colombia) y las mayores exportaciones (10 veces
las de Colombia) por parte de EEUU, en un mundo que sigue consumiendo con
avidez los combustibles de origen fósil.
La Ley de Keynes es implacable:
toda demanda crea su propia oferta, de la cual se sigue que mientras haya quien
consuma carbón y petróleo habrá quien los produzca. De hecho en los últimos
tres años lejos de aminorar la demanda por ellos, como se piensa con el deseo
por parte del actual gobierno, se han registrado records históricos consecutivos.
Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), la curva de la demanda por
crudo sólo se estará aplanando más allá del año 2030.
Como
diría el Nobel de la Literatura el mexicano Octavio Paz, quienes así piensan están
a las afueras de la realidad!
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