Por NARCISO
CASTRO YANES
Dicen que hay un dictador en Colombia.
Uno raro, muy raro.
Tan raro, que no manda a cerrar el Congreso,
sino que insiste en que legisle.
Tan extraรฑo, que en vez de blindarse con
tanquetas, se rodea de sindicatos, campesinos y maestros con pancartas.
Uno que no se enriquece con el petrรณleo, sino
que quiere proteger el agua.
Uno que en lugar de recortar la salud, quiere
que la salud llegue hasta el รบltimo rincรณn del paรญs.
Un dictador que no reprime paros, sino que
camina en ellos.
Uno que no manda a callar a la prensa, sino que
debate con ella.
Uno que no persigue al pueblo, sino que le
consulta.
Un dictador que no perpetรบa privilegios, sino
que incomoda a quienes siempre mandaron sin votos.
Dicen que es dictador porque quiere cambiar la
ley para proteger al trabajador.
Porque quiere que al aprendiz lo reconozcan como
trabajador,
y al trabajador lo traten como ser humano.
Porque insiste en que los derechos no deben
depender del estrato ni del apellido.
Dicen que es dictador porque no obedece al
Senado,
ese Senado que se voltea mรกs fรกcil que una arepa
mal cocida.
Dicen que es dictador porque no se arrodilla,
porque no transa,
porque no juega al centro cuando la vida estรก en
juego.
Lo llaman dictador los mismos que aplaudieron
presidentes que gobernaron por decreto,
que bombardearon niรฑos y llamaron “daรฑos
colaterales” a las vรญctimas,
los mismos que vendieron el paรญs por cuotas de
poder y tarjetas de afinidad.
Es un dictador tan extraรฑo,
que llegรณ al poder con votos, no con bayonetas.
Tan insรณlito, que quiere consultar al pueblo…
¡como si el pueblo tuviera algo que decir!
Tan raro ese dictador,
que en vez de perpetuarse, se juega la historia
por una consulta.
Un dictador tan peligroso,
que quiere que Colombia cambie.
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