Por RAÚL
BUSTAMANTE DE LA VEGA
La
reciente actuación del Congreso frente a la Reforma Pensional ha encendido una
alarma jurídica que no podemos ignorar. No se trata solo de una ley mal tramitada,
sino de una señal preocupante sobre cómo se entiende —y se respeta— la
democracia en Colombia.
La
Corte Constitucional, en el Auto 841 de 2025, identificó un vicio de
procedimiento en la aprobación de la reforma: la Cámara de Representantes adoptó
el texto del Senado mediante proposición en bloque, sin discutir artículo por
artículo ni considerar las más de 700 proposiciones presentadas por los
congresistas. Un trámite que, lejos de ser un error técnico, representa una
negación del debate plural y democrático que exige nuestra Constitución.
La
Corte fue clara: el vicio era subsanable, pero solo si se garantizaba un debate
real, ilustrado y participativo. Sin embargo, en las sesiones extraordinarias
del 27 y 28 de junio, la Cámara repitió el mismo procedimiento. Se volvió a
aprobar el texto en bloque. No hubo deliberación. No se escucharon voces
diversas. No se corrigió nada.
¿Estamos
ante una subsanación formal o una burla sustancial al mandato constitucional?
La diferencia no es menor. Si el Congreso puede ignorar las órdenes de la Corte
y repetir procedimientos viciados sin consecuencias, entonces estamos frente a
una democracia de papel, donde las formas se respetan solo cuando convienen, y
el fondo se desecha cuando incomoda.
Este
caso no solo pone en juego la validez de una ley. Pone en juego la credibilidad
de nuestras instituciones. Si la Corte no actúa con firmeza, si el Congreso no
rectifica, si la ciudadanía no exige transparencia, estaremos legitimando un
modelo de gobierno donde el poder se ejerce sin control y las reformas se
imponen sin discusión.
La
Reforma Pensional merece un debate serio, técnico y plural. Pero más allá del
contenido, lo que está en juego es el procedimiento. Porque en democracia, el
cómo importa tanto como el qué. Y si perdemos eso de vista, lo que sigue no
será una reforma: será una regresión y la confirmación de un estado fallido,
como diría el doctor JOSÉ VILLAMIL
QUIROZ, pionero en Colombia de las tesis
de la gobernanzas.
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