Por
AMYLKAR ACOSTA MEDINA www.amylkarcosta.net
- Miembro de Número de la ACCE
La deuda oficial con las
empresas comercializadoras de energía y gas, que ya asciende a los $7.6
billones, está en el centro de las preocupaciones del sector energético y
lógicamente también de los usuarios, por sus temores de que ello pueda llegar a
derivar en un racionamiento en la prestación de este servicio público, que es
esencial y por consiguiente un derecho fundamental, como lo es el acceso al
mismo en condiciones de confiabilidad y firmeza.
La causa raíz de esta deuda
oficial obedece a que, después que estas le descontaron en sus facturas a los
usuarios de los estratos 1, 2 y 3 el subsidio al consumo de energía ($2.7
billones) y gas natural ($628 mil millones), la Nación, que debe reintegrárselo
se ha abstenido de hacerlo. Adicionalmente, son muchas las entidades oficiales
que están en mora del pago de la factura por la prestación del servicio ($1
billón). Finalmente, está la deuda por concepto de la Opción tarifaria ($3.3
billones). El Presidente Petro se comprometió en mayo del año pasado a asumir
la correspondiente a los estratos 1, 2 y 3, pero hasta la fecha esta es una
promesa incumplida.
Esta deuda, que se incrementa
mes a mes, afecta la solvencia, la liquidez y el flujo de caja de las empresas
comercializadoras. Ello llevó a la intervención por parte de la
Superintendencia de servicios públicos a la empresa Air- e, cuyo caso es solo
la punta del iceberg, puesto que las demás empresas comercializadoras de
energía y gas es similar. Ello llevó a los organismos de control, Procuraduría
y Contraloría General, en un pronunciamiento conjunto, a advertirle al gobierno
nacional del riesgo de un apagón financiero y de un efecto dominó, ante la
imposibilidad de pagarle la energía contratada con las empresas generadoras, lo
cual comprometería la prestación del servicio.
Recordemos que Colombia tuvo
un apagón entre los años 1992 y 1993, el cual le significó un racionamiento de
hasta 10 horas diarias durante 11 meses, desde el 2 de marzo de 1992 hasta el 7
de febrero de 1993. Esta vez el apagón tuvo como causas la estatización
del sector eléctrico, de tal modo que las inversiones estaban condicionadas por
el espacio fiscal y presupuestal de la Nación y está a su vez tuvo que
endeudarse hasta la coronilla para su financiación, llegando a representar más
del 25% de la deuda total. Otro factor que contribuyó al apagón, consecuencia
de la anterior, fue la falta de mantenimiento del parque de generación. Y,
finalmente, más del 80% de la capacidad de generación era de origen hídrico,
tornando muy vulnerable el Sistema frente al fenómeno de El Niño. Esta vez este
fue muy severo y duró aproximadamente 11 meses, desde marzo de 1992 hasta
febrero de 1993.
Las lecciones aprendidas de
este apagón dieron lugar a la expedición de la Ley eléctrica 143 de 1994: se
dio paso a la participación, además del Estado y las comunidades organizadas
(léase comunidades energéticas), de la empresa privada en la prestación de este
servicio, tal y como quedó establecido en el artículo 365 de la Constitución
Política de 1991, se diversificó la matriz eléctrica con la instalación de un
parque térmico de generación, el cual representa hoy en día el 35%, se prohibió
la integración vertical de las empresas y le dio vida a un órgano técnico
independiente y autónomo, la Comisión de regulación de energía y gas (CREG),
que en este gobierno se ha tornado inoperante, encargado de establecer las
reglas de juego para el funcionamiento y operación del Sistema y velar por su
cumplimiento. Concomitantemente la Superintendencia de Servicios públicos
domiciliarios, la única con rango constitucional (artículo 370), encargada de
proteger a los usuarios.
Gracias a esta arquitectura
del Sistema, la cual ha sido muy bien ponderada por el Foro Económico mundial
(FEM), ubicándola en su ranking en el top 10 a nivel global. Y ello es lo que
le ha permitido a Colombia ser el único país en Latinoamérica que no ha
tenido racionamiento de la prestación del servicio de energía en los últimos 30
años. Colombia ha enfrentado 5 fenómenos de El Niño sin apagarse!
Empero, estamos ante un riesgo
inminente de racionamiento de energía, esta vez, a diferencia de 1992/1993,
por el apagón financiero a que han estado expuestas tantos las empresas
comercializadoras como las generadoras de energía. Así lo han manifestado ellas
y sus gremios y lo han advertido los organismos de control y lo que más
preocupa es que de parte del Gobierno no se toman las decisiones pertinentes e
inaplazables.
Acaba de anunciar el Director
de Energía del MME Víctor Paternina, que “la deuda siempre la hemos reconocido,
y por eso la orden del presidente Gustavo Petro es de ponernos al día con el
pago de los subsidios en el corto plazo” y terminó diciendo que antes
de finalizar este mes de mayo el Gobierno Nacional se pondrá al día
con el pago de los subsidios. Pero esta no es la primera vez que se hace este
tipo de anuncios que quedan siempre como promesas incumplidas. De allí el
escepticismo con el que se reciben. ¡Amanecerá y veremos!
A la preocupación por la
desazón que produce entre los usuarios el riesgo latente de verse privado de la
prestación de estos servicios básicos, subsiste la que ha provocado la espiral
alcista de las tarifas de la energía, que no se detiene, con el agravante del
alza en las tarifas de otro energético sustituto, el gas natural. Como es bien
sabido en el interior del país los usuarios se vieron sorprendidos
comenzando este año con alzas en las tarifas de gas entre el 20 y el 36%.
Y como, según la Ley de
Murphy, todo aquello que anda mal es susceptible de empeorar, ahora resulta
que, según estudio de FEDESARROLLO, “si la mitad de la oferta proviniera de gas
importado” y para allá vamos, toda vez que mientras la oferta doméstica se
sigue reduciendo la demanda crece, “el alza tarifaria “, esta vez para todo
el país, “podría alcanzar el 44.6% en Bogotá, 44.9% en Medellín, 45.8% en
Bucaramanga, 30.3% en Cali y 11.7% en Barranquilla!
Y no hay que perder de vista
que esta alza en las tarifas se traduce en más pobreza energética, dado que
dificulta aún más el acceso a la energía, sobre todo a los más vulnerables, a
contrapelo del 7º de los 17 Objetivos del desarrollo sostenible (ODS), que son
vinculantes en su cumplimiento para el Estado Colombiano, el cual, según lo
consagra la Constitución Política, es quien debe “garantizar la prestación
eficiente de los servicios públicos a todos los habitantes del territorio
nacional” (artículo 365).
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