Por AMYLKAR
ACOSTA MEDINA- www.amylkaracosta.net-Miembro
Número ACCE
Napoleón solía
decir que cuando se sube se puede detener la marcha, pero cuando se baja se
torna difícil detenerse y este es el caso cuando se observan los registros del
balance fiscal de la Nación que muestra un déficit crónico, sin que se avizore
una reversión de dicha tendencia. Y así arribamos al año 2020, en el que la
economía y las finanzas del Estado se vieron seriamente afectadas por la crisis
pandémica.
Los mayores
gastos que demandó de parte del Estado para paliar y contrarrestar sus
devastadores efectos, entre ellos la recesión económica, que se tradujo en un
decrecimiento del PIB del - 6.8% con respecto al año anterior, la mayor
caída desde que se llevan registros, la cual trajo consigo, como
contrapartida, un menor recaudo de impuestos, menguó los ingresos, impactando
por partida doble a la caja registradora de la Nación. De allí que este año
cerrara con un déficit fiscal, también histórico, de – 7.8% del PIB!
En los años
subsiguientes, 2021, 2022, 2023 y 2024, el déficit fiscal, este registró en
estos años sucesivos -7.1%, -6.2%, -4.2%, disparándose en el 2024 hasta
alcanzar un déficit de - 6.8%, el más alto en 20 años, excepción hecha de los
años 2020 y 2021, lastrados por la pandemia. Indudablemente, uno de los datos
más preocupantes tiene que ver con el bajonazo de los ingresos tributarios en
2024, al ubicarse el recaudo en $18.5 billones, muy por debajo del registrado
en 2023 y $13.9 billones inferiores a la cifra estimada por el Marco Fiscal de
Mediano Plazo (MFMP).
Llama
poderosamente la atención este comportamiento del recaudo, no obstante que el
Congreso de la República, por iniciativa del ejecutivo había aprobado una
primera reforma tributaria en 2021 (Ley 21 55 de 2021) y posteriormente aprobó
en 2022 la reforma tributaria más ambiciosa en muchos años (Ley 2277 de 2022),
las cuales, sumadas, según ANIF le representarían al fisco mayores recaudos del
orden de los $50 billones. No obstante, advierte que “gran parte de esos ingresos se destinaron a
subsidios a los combustibles, específicamente al Fondo de Estabilización de
Precios de Combustibles (FEPC).
En otras
palabras, el recaudo adicional no se tradujo en un aumento significativo de
los recursos disponibles para el gobierno debido a estos gastos”.
Desafortunadamente
las expectativas de mayores ingresos gracias a estas dos reformas no se
cumplieron, sobre todo debido a que puntos clave de la última de ellas como la
no deducibilidad de las regalías que pagan las empresas extractivas, la cual
fue declarada inexequible por parte de la Corte Constitucional. Entre las razones del bajo recaudo se destaca también el
incumplimiento de la meta de la DIAN de un mayor recaudo por valor de $15
billones por resolución de litigios, sin sustento para ello
Según el Centro
de estudios económicos ANIF, “los impuestos sobre la renta, uno de los pilares
del ingreso corriente del Estado, cayeron -15% en 2024, luego de haber crecido
a tasas elevadas en los dos años anteriores (29.4% en 2022 y 46.4% en 2023)”.
Lo más grave es que “esta contracción en la tributación contrasta con el
crecimiento sostenido del gasto, que se expandió un 42.5% en 2024”.
El
desbordamiento del gasto en funcionamiento es ostensible, según el profesor de
la Universidad Javeriana Henry Amorocho “el gasto en funcionamiento creció 14% en
términos reales, superando por más de 8 veces. El económico, del 1.7%,
registrado el año pasado”, en contraste con el incremento en los ingresos del
Estado de 2.33% nominal.
Según
FEDESARROLLO, “la burocracia crecerá este año 28%, equivalente a $10 billones
adicionales de gasto, algo que no tiene ninguna justificación en el contexto
de la gravedad de la situación fiscal”. Como afirma ANIF, “llama especialmente la atención el crecimiento del gasto
primario y en particular el aumento de 30% en el gasto de personal,
equivalente a medio punto del PIB, en un contexto de rigidez presupuestal (del
cual tanto se queja), baja eficiencia del gasto y limitaciones fiscales
crecientes”.
Pululan
en el alto gobierno las órdenes de prestación de servicio (OPS), que no son más
que contratos de empleos temporales, los que tanto dice abominar y se
proscriben en la recién aprobada reforma laboral. 86% del total de 14.987
contratos firmados, con un costo aproximado cada uno de ellos de $112 millones,
en los ministerios y en el DAPRE en el primer semestre de este año, son OPS.
Y, como era de
esperarse, para sostener este tren de gasto por parte del Gobierno se recurrió
al endeudamiento, de allí que el nivel del endeudamiento pasó del 57.6 en 2022,
al 61.3% en 2024. Según el Superintendente financiero Cesar Ferrari, aumenta
también “por la deuda, que creció significativamente desde 2020. El pago de
intereses pasó de 2.8% del PIB en 2020 a 4.7% en 2025. Así el pago de
intereses pasó de $53 billones en 2020 a
$112 billones en 2025”.
Tanto
el Comité independiente de la Regla fiscal como Fedesarrollo coincidieron en
que el recorte presupuestal en 2024 y el que se preveía por parte del Gobierno
para el año 2025 eran insuficientes para cumplir con la Regla fiscal. A su
juicio “los ajustes para que los montos cuadren” deberán ser mayores, hasta
alcanzar la cifra de $511 billones. En concepto del economista jefe de
investigaciones de Corficolombiana, Julio Romero, “si no se
hace el recorte de aproximadamente $35 billones, el déficit fiscal de 2025
sería de 6,5% del PIB, superior al 4,9% permitido por la regla
fiscal. Porque los ingresos fiscales que estimamos para 2025 son menores”.
Y concluye diciendo que “la desfinanciación del Presupuesto de 2025 no se debe
solo a que no pasó la ley de financiamiento, sino también a que los ingresos
tributarios que espera el Gobierno para financiar ese presupuesto, que no son
acordes a la realidad fiscal y económica”.
En un esfuerzo desesperado
para tener caja el Gobierno expidió el Decreto 0572 del 28 de mayo y entró en
vigor a partir del 1 de junio, el cual amplía y anticipa el pago de la
retención en la fuente por concepto del impuesto de renta. Como bien lo dijo el
ex ministro de Hacienda José Manuel Restrepo, esta es “una reforma tributaria
encubierta, que adelanta ingresos del 2026 al 2025 a costa del flujo de caja de
las empresas. Exprime su liquidez, las obliga a endeudarse y pone en riesgo el
empleo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario