Prospero Carbonell: nacido en Barranquilla, Político
y abogado de la Univ. Javeriana. Bachiller del Colegio Mayor de San Bartolomé.
fue secretario general del Directorio Nacional Conservador, dirigente de mucha
alcurnia de ese partido.
Respuesta de Próspero Carbonell a Efraín Cepeda:
Guarde este día, senador, como el momento en que quedó sellada la
sentencia política de una clase dirigente que lleva décadas aferrada al poder
como si el país les perteneciera por derecho hereditario. Esta será recordada
como la gota que rebosó la copa de los colombianos, el punto de no retorno
hacia la renovación democrática que, en las elecciones presidenciales y
legislativas de 2026, dejará reducida a una exigua y vergonzosa minoría a esa
rancia aristocracia política que usted representa.
Puede que aún confíen en que la maquinaria electoral —engrasada con
puestos, contratos y promesas huecas— logre lo que ya no consigue la razón:
frenar la debacle moral e histórica de su partido. Pero no, senador. Esta vez,
ni la más inmunda de las clientelas lectorales alcanzará para blindarlos del
juicio ciudadano.
Decir que la democracia es costosa no es una novedad. Churchill, con
todo su cinismo británico, afirmaba que era el peor sistema de gobierno…
exceptuando a todos los demás. Y sí, la democracia cuesta, especialmente en
países como el nuestro, donde si las diferencias no se tramitan por vías
democráticas, terminan en el campo minado de la violencia, del cual venimos y
al cual podríamos regresar si seguimos escuchando mezquindades como la suya.
Lo que usted llama «dilapidar» 750 mil millones, es en realidad invertir
en el derecho del pueblo a pronunciarse directamente, a decidir sobre asuntos
que el Congreso, cooptado por intereses como los suyos, jamás tramitaría con
verdadera transparencia.
Comparar el costo de una consulta con el presupuesto de los ministerios
del Deporte y Ciencia no solo es una falacia populista —de las que tanto
disfrutan para posar de sensatos mientras recortan derechos— sino también una
confesión brutal: para ustedes, la voz del pueblo vale menos que una grama
sintética o un dron de vigilancia con sobreprecio.
Su mezquindad, senador, ha quedado expuesta. Y no será la primera vez,
pero sí podría ser la última que se la toleren. Ese rebaño que durante años
llevaron a votar como si fuera ganado rumbo al matadero, está despertando. Y
cuando despierte del todo, no habrá publicidad institucional, ni tamal, ni
transporte, ni fórmulas recicladas con apellidos ilustres que les eviten la
derrota.
Nos vemos en 2026. Lleven paraguas. Se avecina tormenta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario