Un despacho periodístico de BBC MUNDO, revela los crudos
momentos que viven actualmente miles de ciudadanos venezolanos y de otras
nacionalidades, que no pudieron cruzar la frontera de estados unidos desde
México, y fueron traídos de nuevo a la zona del Darién en panamá, donde hoy
están abandonados a su suerte y sin saber para conde agarrar.
Adrianyela Contreras, una migrante venezolana, llegó a México en
septiembre de 2024 junto a su hija de dos años luego de haber caminado por
semanas y cruzado el peligroso tapón del Darién.
Allí, intentó por cinco meses conseguir una cita para entrar
legalmente a Estados Unidos como solicitante de asilo, pero el 20 de enero su
plan se vino abajo.
Debido a una de las órdenes ejecutivas que firmó Donald Trump en
su primer día como presidente, la aplicación para pedir citas en el puesto de
control fronterizo dejó de operar y las que estaban agendadas fueron
canceladas.
Cruzar de forma irregular tampoco era una alternativa para ella.
"Si llegabas a la frontera, obviamente te iban a coger y te iban a
deportar a Honduras o Guatemala", señala Adrianyela.
BBC Mundo habló con Adrianyela y otros dos migrantes mientras se
encontraban en la Estación Temporal de Recepción Migratoria (ETRM) de Lajas
Blancas, en Panamá, muy cerca del tapón del Darién.
Esta es la historia de su desesperada búsqueda de una manera de
volver a Venezuela, una que no implique cruzar de nuevo la espesa selva entre
Colombia y Panamá en la que se mezclan las amenazas de la naturaleza con las de
grupos armados ilegales.
LA DECISIÓN DE DEVOLVERSE
Desde antes de decidir regresar a Venezuela, Adrianyela empezó a tener
temor de salir a la calle en México. Sentía que las autoridades migratorias
mexicanas la podían detener en cualquier momento y podía terminar perdiendo a
su hija.
Sus opciones para entrar legalmente a Estados Unidos, cuando llegó
Donald Trump a la Casa Blanca, se esfumaron rápidamente. Entonces, decidió
renunciar al que por más de cinco meses fue su propósito y regresar a su país.
Vendiendo dulces, limpiando los vidrios de algunos carros y pidiendo
dinero en la calle, reunió lo suficiente para comprar pasajes de bus que la
llevaran país por país, tal como lo hizo en el sentido contrario.
Le tomó cinco días llegar desde Tapachula, México, hasta Paso Canoas,
una ciudad en la frontera entre Costa Rica y Panamá.
Pero el 11 de febrero los migrantes que, como Adrianyela, iban de
regreso se encontraron con una barrera humana de funcionarios del Servicio
Nacional de Fronteras de Panamá que cerró con escudos su paso.
"Panamá no nos quería dejar entrar, porque Panamá y Venezuela no
tienen ningún convenio", explica Adrianyela. Se refiere a que, desde julio
de 2024, las relaciones entre esos dos países están rotas debido a las
sospechas de Panamá de que Nicolás Maduro hizo fraude en las últimas elecciones
presidenciales. Al no haber vínculos diplomáticos, las autoridades panameñas no
pueden deportar venezolanos a su país.
Entonces, ella y los demás migrantes quedaron varados durante cinco días
en un Centro de Atención Temporal a Migrantes (CATEM) en Costa Rica.
El lunes 17 de febrero, tres buses particulares grandes llegaron
a recoger a los migrantes, entre ellos Adrianyela, en el CATEM de Costa Rica.
Según relata, les dijeron que los iban a llevar hasta el
aeropuerto de San Vicente y que ahí abordarían un vuelo humanitario que los
llevaría hasta Cúcuta, en la frontera entre Colombia y Venezuela.
Adrianyela se sintió afortunada porque no hubo cupo para todo el
mundo en los buses, pero para ella y su hija sí. Le cobraron US$60.
Luego de andar en bus toda la noche, no llegaron a ningún
aeropuerto, sino a la Estación Temporal de Recepción de Migrantes (ETRM) de
Lajas Blancas.
"Nos dejaron aquí engañados. Nos trajeron con
mentiras", dice Adrianyela.
Lajas Blancas es un lugar de paso al que llegan los migrantes
luego de cruzar el Darién en sentido norte-sur. Es vigilado por la autoridad de
fronteras panameña y cuenta con la presencia de agencias de la ONU, como la OIM
y la Unicef.
BBC Mundo pudo verificar a través de imágenes y varios
testimonios las condiciones en las que se encuentran los migrantes allí.
Según estos, hay agua, comida y servicios de salud, pero la
infraestructura es precaria. Los migrantes están viviendo en casetas de madera
y durmiendo en el piso o sobre una cobija.
El ministerio de Seguridad de Panamá ha dicho que les está
garantizando a los migrantes sus necesidades básicas y su seguridad, pero la
realidad y la perspectiva es otra.
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