miércoles, 27 de agosto de 2025

Opinión - POLARIZACIÓN, VIOLENCIA Y FRAGMENTACIÓN PARA ELECCIONES 2026

 


Por HUMBERTO DE JESÚS MERCADO MEZA – Abogado Penalista-Magister en Ciencias Políticas

 

En marzo y mayo de 2026 se realizarán las elecciones parlamentarias y presidenciales en Colombia y el país se encuentra inmerso en una tormenta política que combina violencia contra liderazgos, fragmentación partidista, polarización ideológica, acompañada con una creciente desconfianza institucional, panorama no solo es complejo, desolador, sino profundamente preocupante para la salud democrática de un país que se hunde en el caos y la decadencia de valores.

 

La (MOE) Misión de Observación Electoral ha documentado 106 agresiones contra liderazgos políticos entre enero y julio de 2025, incluyendo amenazas, atentados, asesinatos y secuestros.

 

El asesinato de Miguel Uribe Turbay y el atentado contra el representante Julio César Triana son apenas dos ejemplos de una violencia que no distingue ideología ni región, violencia que no solo ha tocado a estas dos personas, sino, que toca directamente a partidos políticos como el Centro Democrático, el Partido Conservador, el Liberal, el Mais.

 

La violencia política ha superado incluso a la que afecta a líderes sociales y comunales, lo que revela un patrón estructural que amenaza el derecho ciudadano a participar libremente en política.

 

En diferentes departamentos de Colombia (Valle del Cauca, Cauca, Huila, Tolima y Chocó) la presencia de bandas criminales y grupos armados ilegales generan un ambiente de coacción electoral, en el que se advierte claramente que las comunidades están siendo instruidas sobre por quién deben votar y de qué forma so pena de represalias.

La polarización política, lejos de atenuarse, se ha intensificado bajo el gobierno de Gustavo Petro. Las reformas propuestas, los enfrentamientos con las instituciones y los llamados a una Asamblea Constituyente han exacerbado las divisiones. La oposición acusa al gobierno de intentar romper el orden constitucional, mientras el oficialismo denuncia una persecución judicial y mediática contra sus líderes.

 

Este ambiente ha generado un caldo de cultivo para discursos extremos, donde la moderación parece haber perdido espacio. La retórica de “ellos o nosotros” se impone sobre el debate de ideas, y la desinformación amenaza con convertirse en protagonista ante la suspensión temporal de encuestas de intención de voto.

 

La carrera presidencial de 2026 se perfila como una de las más fragmentadas de la historia reciente. Más de 75 aspirantes han manifestado su intención de competir, desde figuras tradicionales como María Fernanda Cabal y Sergio Fajardo, hasta outsiders como Vicky Dávila y el cantante Alex Manga. Esta dispersión refleja tanto el desgaste de los partidos como la búsqueda ciudadana de alternativas fuera del sistema convencional.

 

En el Congreso, la situación no es menos caótica ya que la fragmentación dificulta la construcción de mayorías estables y augura un escenario de gobernabilidad precaria para quien resulte electo.

 

Las alianzas interpartidistas aún están en proceso de formación, pero las divisiones internas en bloques como el Pacto Histórico y el Centro Democrático complican la consolidación de candidaturas únicas y lo mejor, gente tratando de pescar en río revuelto como Miguel Uribe Londoño quien acaba de presentar formalmente su candidatura para los comicios de mayo.

Las próximas elecciones no serán solo un ejercicio democrático, serán una prueba de fuego para la resiliencia institucional del país. La violencia, la polarización y la fragmentación amenazan con deslegitimar el proceso electoral si no se garantizan condiciones mínimas de seguridad, transparencia y pluralismo.

 

Actualmente, los colombianos tendrán que enfrentar un reto gigantesco, el de elegir no solo a sus próximos gobernantes, sino, de definir el tipo de democracia que quiere construir. ¿Será capaz de superar el miedo, la división y el desencanto? ¿O se encaminará hacia una deriva autoritaria o populista?

 

Las respuestas a estos interrogantes se encuentran en las manos de todos nosotros como actores principales y poder primario, sin dejar el papel protagónico de los actores políticos, sociales y estatales de proteger el proceso electoral y recuperar la confianza en el sistema democrático.








No hay comentarios:

Publicar un comentario